Máquinas de dibujar: territorios y escenarios del dibujo

02.08.2009 22:13

     “La idea de un dibujo como un ser haciéndose, que se determina en su propia autorreflexión, obliga a un proceso constante de extrañamiento con los modelos que deberían establecer mi equilibrio con la realidad; el dibujo libre de calificativos está obligado a recrear la medida de mi cuerpo, la escala de mi mirada, cuando toma como referencia un imaginario en que los modelos gráficos de las otras disciplinas se convierten en los nuevos límites de mi acción.

     Iniciar el recorrido de una línea, para proyectar un dibujo exige tener una idea de los modelos de referencia que han definido el universo imaginario de su existencia, al mismo tiempo que una voluntad de ser que esté vinculada a la necesidad de la representación, una especial necesidad de sentirse representación. Proyectarse en el dibujo nos obliga a definir nuestra forma de aparición en él; como el actor que irrumpe en la escena, debemos determinar nuestra procedencia, optar por qué lado del teatro aparecemos: desde el patio de butacas, desde el fondo, desde lo alto… para indicar al espectador nuestra relación con el tiempo y el espacio de la representación.

     Mis dibujos iniciales, pese a su torpeza, parecían estar realizados desde un orden cerrado en el que experiencia y representación formaban un todo, que se articulaba en el propio acto de dibujar. Sentado en un ribazo o en la mesa de un bar, mis dibujos y yo mismo parecíamos formar un todo con el mundo que nos rodeaba; el perfil que determinaba el límite nombrable de las cosas era al mismo tiempo el perímetro, y el perfil de mi acción, visto desde fuera el trazo de mi gesto que definía el objeto, lo excluido de mí, y mi límite, tendían a identificarse; lo representado, la representación y quien lo representaba, se fundían en un mismo acontecimiento”.

 

 

fragmento (pág. 26) del Cap. 1 del libro Máquinas y herramientas de dibujo de Gómez Molina.

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